jueves, 15 de abril de 2010

Sagrado Corazón de Jesús
















Teresita Rodriguez y yo nos sentamos en la nieve, cogidos de las manos (mis manos de sabañones de vencido de la guerra, también de la mundial, en sus dulces manos de educanda de las jesuitinas). Teníamos nuestras espaldas sudorosas contra la gran bola de nieve: era la época en la que uno no cogía faringitis.

En el cielo del anochecer prematuro de enero (a lo mejor era enero) se nos apareció la Virgen de Fátima, que se a parecía con toda facilidad, y mayormente a los niños, entre cuatro faroles herrerianos, escurialenses, fernandinos, isabelinos, que no le pegaban nada a su divinidad manuelina.

-¿Y qué quiere ahora esa tía? -dije.
-No hables así, Francesillo, que es la Virgen.
-Yo creo en la Virgen de Lourdes, que es la de Sartre.
-¿Y quién es Sartre?
-Claro. Las Jesuitinas no os explican a Sartre. A ver. Os explicarán a Balmes.
-Ese sí que me suena.
-Claro, es el filósofo del sentido común. Un cura. De Olot o de Vich o de por ahí. Un sitio donde se da mucha cerámica. Está lleno de metáforas ferroviarias.
-¿Tú lo has le has leído, Francesillo?
-Me lo ha dicho mamá.
-Ah.

En el barrio de sabía que mi madre era una intelectual republicana, y esto producía un respeto, mayormente porque estaba tuberculosa.

La Virgen de Fátima se estuvo en el cielo, mirándonos, pero parece que no dijo nada.

-No me metas mano mientras está la Virgen -advirtió Teresita.

La verdad era que quien me metía mano era Teresita a mí, pero callé por respeto a la de Fátima.
-¿Tú crees que somos para ella unos humildes pastorcillos?
-Cualquiera sabe.

Luego,noche cerrada, lo que se veía en el cielo ya no era la Virgen de Fátima, sino Millán Astray, vestido del mariscal portugués Antonio Oscar Fragoso de Carmona. Se abrió las cicatrices del pecho y nos mostró el Sagrado Corazón de Jesús que llevaba dentro, y que iba a reinar en España con más veneración que en parte alguna.

-Es un legionario y a papá no le gustan los legionarios -dijo Teresita Rodriguez.
- Tranquila. Está de paso en la ciudad. Te dedica una foto y en seguida se va. A casa lo trajo una tía mía que es de derechas porque está de novia de un sargento de Regulares.
En efecto, Millán se fue pronto y ya no hubo más personal en el cielo.


Pio XII, la escolta mora y un general sin un ojo

Francisco Umbral

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