miércoles, 24 de febrero de 2010

Orillas






















Mis dos amigos caminaban juntos. Wilde me llamó aparte.

-Usted escucha con los ojos- me dijo bruscamente-; por eso le contaré esta historia. "Cuando murió Narciso, las flores de los campos se desolaban y le pidieron al arroyo gotas de agua para llorar. -¡Oh!, respondió el arroyo, aunque todas mis gotas de agua fueran lagrimas, no serían bastantes para llorar a Narciso. Yo lo amaba. -¡Oh!, contestaron las flores del campo, ¡cómo no ibas a amarlo! ¡Era tan bello! -¿Era bello?, dijo el arroyo. -¿Y quién mejor que tú lo sabes? Cada vez que se inclinaba sobre tus orillas miraba en tu agua su belleza...

Wilde se detuvo un instante...

-Si yo lo amaba- respondió el arroyo-, era porque cuando Narciso se inclinaba sobre mis orillas, yo veía el reflejo de mi agua en sus ojos".

Después, Wilde, satisfecho y con una bizarra carcajada, agregó:

-Eso se llama: "El discípulo".

Habíamos llegado frente a su casa y le dejamos. Él me invitó a verlo. Ese año y el siguiente lo vi a menudo y en todas partes.

André Gide sobre Oscar Wilde

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísima cita!!!!! gracias! Yo creo que no la olvidaré nunca.
Gaby

Anónimo dijo...

aah, se me olvidaba, también las fotos me gustaron mucho, me deslumbró el sol tras las nubes y la inmensidad del paisaje. Linda imagen para una tarde encerrada en el mall.