




















Mis dos amigos caminaban juntos. Wilde me llamó aparte.
-Usted escucha con los ojos- me dijo bruscamente-; por eso le contaré esta historia. "Cuando murió Narciso, las flores de los campos se desolaban y le pidieron al arroyo gotas de agua para llorar. -¡Oh!, respondió el arroyo, aunque todas mis gotas de agua fueran lagrimas, no serían bastantes para llorar a Narciso. Yo lo amaba. -¡Oh!, contestaron las flores del campo, ¡cómo no ibas a amarlo! ¡Era tan bello! -¿Era bello?, dijo el arroyo. -¿Y quién mejor que tú lo sabes? Cada vez que se inclinaba sobre tus orillas miraba en tu agua su belleza...
Wilde se detuvo un instante...
-Si yo lo amaba- respondió el arroyo-, era porque cuando Narciso se inclinaba sobre mis orillas, yo veía el reflejo de mi agua en sus ojos".
Después, Wilde, satisfecho y con una bizarra carcajada, agregó:
-Eso se llama: "El discípulo".
Habíamos llegado frente a su casa y le dejamos. Él me invitó a verlo. Ese año y el siguiente lo vi a menudo y en todas partes.
André Gide sobre Oscar Wilde
2 comentarios:
Buenísima cita!!!!! gracias! Yo creo que no la olvidaré nunca.
Gaby
aah, se me olvidaba, también las fotos me gustaron mucho, me deslumbró el sol tras las nubes y la inmensidad del paisaje. Linda imagen para una tarde encerrada en el mall.
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